Arias Cañete deja al cerdo ibérico al borde de la desaparición
27/11/12
Aceite de oliva, paella, tortilla de patatas y jamón. España tiene una de las gastronomías más ricas del mundo, pero no la cuida. Su producto estrella, el jamón ibérico, ya no es lo que era y además, está en peligro de extinción. Ante la gravedad de la situación, las familias que ostentan la calificación de Denominación de Origen (DO) han dado un paso al frente para acabar con la “mentira legal que otorga la calificación de ibérico a productos que no lo son”, apunta Guillermo García Palacios, presidente de la Denominación de Origen Jamón de Huelva.
Este escenario tiene su origen en 2001, cuando el Ministerio de Agricultura aprobó la Norma de Calidad del Ibérico para definir las características y las instrucciones de etiquetado de estos productos. La regulación, que pretendía clarificar la competencia desleal y el fraude existente en el mercado, concedió la calificación de ibérico a cerdos con muy diversas características.
Con esta legislación se pasó a etiquetar como ibérico el jamón de un cerdo cruzado hasta el 50% con la raza estadounidense Duroc, que permite la ‘trampa’ gracias a sus pezuñas negras. A la ausencia de pureza racial hay que sumarle su cría en naves, en las que en las que cada animal dispone de un metro cuadrado y donde se les alimenta a base de pienso. Sin embargo, el etiquetado de estos productos no refleja ninguna de estas características.
Las denominaciones de origen consideran que la situación actual es una mentira para el consumidor y una condena para ellos. «Se permite que animales criados en una nave en Tarragona o Murcia, que no han visto nunca el sol, se venda como ibérico y además se ofrezca al cliente un producto con la foto de una bonita dehesa con sus cerdos», denuncia García Palacios.
La misma etiqueta, pero distinto precio. “Frente a los 80 euros de los jamones cruzados están los 300 euros del auténtico ibérico y lo que inmediatamente piensa es que somos nosotros los que le engañamos, y no al revés”, reflexiona Antonio Jesús Torralbo, presidente de la Denominación de Origen Los Pedroches.
La solución: llamar a las cosas por su nombre
Las sucesivas modificaciones de la Norma de Calidad del Ibérico no han abordado directamente la raíz del problema: llamar las cosas por su nombre. El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se comprometió este verano a “potenciar la raza ibérica, pero el último borrador de la nueva regulación lo que hace es darle la puntilla”, denuncian las DO.
“Queremos una norma de claridad que utilice dos designaciones diferentes: ibérico y cruzado”, zanjan. Así, el cerdo ibérico volvería a ser el que cumpla unos requisitos de raza, alimentación y manejo. Es decir, los animales que sean descendientes de progenitores ibéricos sin cruce de otras razas, criados en libertad aprovechando los recursos naturales de la dehesa, en régimen extensivo y alimentados exclusivamente a base de bellotas.
Con esta medida buscan frenar el descenso de su producción, que está actualmente en el 4,4% (cifra más baja desde que se dispone de estadísticas) frente al 78,11% de la del cerdo cruzado de pienso intensivo. “Nos están echando del mercado cuando, por producto, cada uno podría tener su nicho”, apuntan.
Noticia extraída de: http://www.elconfidencial.com
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